En las elecciones de 2024, Morena, el partido que llevó a la presidencia a Andrés Manuel López Obrador en 2018, logró recuperar el control político de la Ciudad de México, después de haber perdido terreno en las elecciones intermedias de 2021. Este triunfo marcó un punto de inflexión en la política de la capital, tradicionalmente un bastión de la izquierda mexicana, pero que en los últimos años había mostrado un giro hacia la oposición, especialmente en las alcaldías más adineradas de la ciudad.
En las elecciones de 2021, Morena sufrió un duro revés en la Ciudad de México, donde perdió control sobre nueve de las 16 alcaldías, muchas de ellas en las zonas de clase media y alta, como Cuajimalpa, Álvaro Obregón y Benito Juárez, que se alinearon con la coalición opositora encabezada por el Partido Acción Nacional (PAN). La llamada “ciudad partida” reflejó una polarización entre las zonas más acomodadas y las zonas populares, donde Morena mantenía una base de apoyo sólida.
Sin embargo, desde esa derrota, Morena se dedicó a reorganizarse y fortalecer sus redes en la capital, entendiendo que la clave para recuperar el control pasaba por reconectar con los sectores que se habían alejado del partido. Entre las estrategias más destacadas estuvo un trabajo de base intensivo en las alcaldías que había perdido, así como una campaña de comunicación que buscaba destacar los logros del gobierno tanto local como federal en áreas como la infraestructura, los programas sociales y la seguridad.
Uno de los factores más decisivos para el resurgimiento de Morena en la Ciudad de México fue la elección de candidatos. El partido aprendió de sus errores anteriores y presentó aspirantes con fuerte arraigo local, que combinaban experiencia de gobierno con una agenda progresista atractiva para las clases media y trabajadora. Los candidatos de Morena lograron posicionarse como figuras cercanas a la ciudadanía, capaces de atender las necesidades específicas de cada demarcación.
Además, el perfil de los candidatos fue diseñado para apelar a diferentes segmentos del electorado. Por ejemplo, en alcaldías tradicionalmente conservadoras, Morena postuló a candidatos moderados que lograron atraer a sectores descontentos con la gestión opositora, mientras que en las zonas populares se priorizó a líderes comunitarios con un fuerte trabajo de base.
Morena también supo capitalizar su base electoral entre los sectores populares de la ciudad. Con programas sociales clave como la pensión universal para adultos mayores, las becas para estudiantes y las ayudas directas a familias en situación de vulnerabilidad, el partido consolidó su apoyo entre los votantes de las zonas más empobrecidas de la ciudad, que vieron en Morena un garante de la continuidad de estos beneficios.
A esto se sumó una fuerte movilización territorial, con brigadas recorriendo colonias, unidades habitacionales y barrios para asegurar una alta participación en las urnas. La presencia de Morena en las calles y en las comunidades fue determinante para reactivar a sus votantes habituales y sumar nuevos electores que habían mostrado desilusión en los comicios anteriores.
El papel de la entonces jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, fue clave en la victoria de Morena. Aunque Sheinbaum dejó su cargo para contender por la candidatura presidencial, su gestión dejó un legado de obras públicas importantes, como la modernización del sistema de transporte público, incluyendo la ampliación de las líneas del Metro y la creación del Cablebús, así como la atención a la pandemia de COVID-19. Estas políticas contribuyeron a fortalecer la imagen de Morena como un partido que cumple sus promesas y que mejora la vida de los capitalinos.
Sheinbaum también fue una figura crucial para unificar al partido en torno a un proyecto de ciudad que apelaba tanto a la clase trabajadora como a los sectores más progresistas de la sociedad civil, manteniendo una narrativa de justicia social y sostenibilidad.
Otro factor clave para el regreso de Morena al control de la Ciudad de México fue la fragmentación de la oposición. La coalición opositora, que en 2021 había presentado una fuerza relativamente unificada, se vio debilitada en 2024 debido a conflictos internos y la falta de un liderazgo claro. Aunque el PAN seguía siendo fuerte en algunas alcaldías, no logró capitalizar los errores de Morena ni presentar una alternativa convincente para los votantes de la capital. Además, las divisiones entre el PAN, PRI y PRD, que formaban parte de la coalición “Va por México”, provocaron que sus candidaturas no tuvieran el mismo empuje que en las elecciones anteriores.
La victoria de Morena en las elecciones de 2024 no solo representó un regreso al poder en la Ciudad de México, sino también el inicio de un nuevo ciclo político para la capital. El partido, fortalecido por su experiencia de gobierno y su capacidad de adaptarse a las demandas del electorado, se posicionó como la principal fuerza en la ciudad para los años venideros.
Con este triunfo, Morena reafirmó su hegemonía en una ciudad que históricamente ha sido un bastión de la izquierda, y consolidó su proyecto de transformación en uno de los centros urbanos más grandes y complejos del mundo.
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